Cero y van cuatro
Francisco Rodríguez jueves 30, Ene 2014Índice político
Francisco Rodríguez
El sábado anterior vi la muy buena película mexicana Cero y van cuatro. Una tetralogía de paradojas del sistema judicial de nuestro país causantes de la inseguridad en la que vivimos en el Distrito Federal y, seguramente, en otras metrópolis del territorio.
Vida Exprés, la segunda de las paradojas —o parajodas, como dice Carlos Ferreyra— retratadas, trata sobre un secuestro. Encabezados por El Comanche y El Judicial, un grupo de maleantes abducen a Teresa, una mujer obesa, dueña de una constructora. Cuando Jorge, su esposo, un vividor, se entera, el mundo se le viene abajo por la dificultad que entraña conseguir los 2 millones de pesos del rescate. Su esposa le ha prohibido el acceso a todas sus cuentas bancarias para evitar que despilfarre el dinero con otras mujeres. En última instancia tiene que pedirle a Carlota su hija, que vacíe su cuenta bancaria, tiene que vender su lujoso vehículo y algunas joyas de su amante.
Cuando junta el dinero del rescate, los plagiarios le comunican que la cuota ha subido al doble. A Jorge no le queda más remedio que acudir a la policía. El Comanche resulta ser uno de los jefes del departamento antisecuestros de la policía, y Jorge, sin saberlo, le ofrece una recompensa a cambio de encontrar a los plagiarios y refundirlos a la cárcel. Por supuesto, el rescate se hace en cuestión de segundos y en medio de una balacera mueren todos los plagiarios.
En la última escena, El Comanche revela sutilmente a la secuestrada haber sido su captor.
Cero y van cuatro, la película, tiene mucho qué ver con el cero resultados y ya van cuatro programas antisecuestros que presentan los últimos gobiernos federales. Hace un par de días el más reciente, con un decálogo de rigueur al calce.
Y tiene mucho qué ver porque, científicamente se ha comprobado, que buena cantidad de secuestros son perpetrados por policías y ex policías. Que muchas de las bandas de este tipo de malandrines se gestan al seno del sistema. Y ejemplos hay muchos.
Ejemplos en la AFI que creó y desapareció Genaro García Luna. En las policías estatales. En la del DF. Incluso en las municipales y, me imagino, hasta en la Forestal.
ONCE, NO DIEZ PUNTOS
Los diez puntos presentados con bombo y platillo en contra del secuestro deberían ser once.
Y el primero de esa oncena debería ser el combate de este delito al seno de las corporaciones policiacas que, reitero, albergan a los mayores delincuentes.
Un experto conocedor del tema me decía apenas ayer que, muy conservadoramente, los cuerpos policiacos del país están corruptos en un 60% de sus integrantes. Cifra muy conservadora, es cierto.
García Luna desapareció a su “Frankenstein”, la AFI, porque formada mayoritariamente por jóvenes, prácticamente la totalidad se había corrompido en menos de seis años. Su último invento, la Policía Federal adjetivada inicialmente cual Preventiva, tardó mucho menos en descomponerse.
Expertos me aseguran, por ejemplo, que en 2005 fue la AFI garcialunática la secuestradora de Rubén Omar Romano, a la sazón director técnico del equipo de futbol Cruz Azul. Ellos mismos lo liberarían, un par de meses después, mediante uno de los clásicos montajes de su corrupto jefe.
Igual, en 2008, una ex AFI asimilada a la Secretaría de Seguridad Pública en el área de antisecuestros, Lorena González Hernández (a) La Lore, participó en el plagio y asesinato de uno de los hijos del polémico empresario Alejandro Martí.
Falta al decálogo presentado por Miguel Ángel Osorio Chong, pues, el punto más importante. Obligar o, cuando menos, convencer a los llamados “agentes de la ley y el orden” a no sublimarse en delincuentes, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: Cuando, en la década de los 80’s del siglo anterior, introdujeron a su discurso el terminajo “sociedad civil”, muchos empezamos a preguntarnos qué era eso. Hoy, más de 30 años después, ya lo sabemos. La sociedad civil la forman el ya mencionado Alejandro Martí, y las muy controvertidas señoras María Elena Morera e Isabel Miranda ex de Wallace. Nadie más.